La ciudad de Buenos Aires es inabarcable, pero como contradicción inmediata, puedes facilmente besarla, tocarla, hasta fumarla….es la amante irascible y fascinante de la cual te deseas enamorar, pero con la cual jamás lograrás confianza, simplemente por q no es intima es pública. Todo aquello q es especial reside más en las expectativas de sus visitantes q en lo q encuentras para admirar. Es un lugar de encuentro de casi todos los humanos o de cuantos tipos de humanos se te puedan imaginar, asunto por cierto q es bastante común en casi todas las capitales del mundo, sólo q aquí es barato y en el conjunto del rompecabezas te acontece como un delirio. Lo anterior conjugado con la pasión de sus habitantes ahogados en el trabajo precario y la suciedad de las calles, hace q los más sensibles exploten en espectáculos artísticos más o menos logrados.
El anonimato en el cual vive, los “vecinos”, los extranjeros, los ocupados y desocupados, es una invitación poco sutil al sexo y al hedonismo. Aquí, los tontos y no tanto, bailan y escuchan tango imitando la originalidad de algún tiempo. Jamás capturas esta ciudad, ni su melancolía, ni sus problemas estructurales, sólo la follas y te vas, sólo puedes aquí sentir una efímera emoción.